martes, 17 de febrero de 2015

Celebración de la lentitud (el tiempo subjetivo)



En la última entrada, evocaba al tiempo en su forma del tirano Cronos.
Luego del nacimiento de Fran (d. F) mis tiempos han cobrado una dimensión radicalmente diferente...



 Así que el tema "tiempo": el propio, el laboral, el de pareja, el de los quehaceres, etc. es toooodo un tema.  Cómo balancearlo, cómo aprovecharlo...

Existe otra forma de tiempo según los sabios griegos: mientras que Cronos implica cantidad, Kairós es la divinidad asociada a la calidad, es el tiempo subjetivo.
También se lo puede entender como "el momento adecuado u oportuno" o "el tiempo de Dios" si nos vamos hacia la tradición cristiana.

 Así que elijo medir mis tiempos según Kairós, también deidad del clima y las estaciones (mas afín a mi espíritu que el tiempo de relojes con sus punzantes agujas). Tiempo en calidad y oportunidad mas que en cantidad.

En los escasos momentos de "tiempo personal" (y si no me estoy depilando, limpiando el baño o lavando ropa), elijo "demorarme" en ciertos rituales que a primera vista podrían parecer un derroche de minutos... .




El placer de un te en hebras aúna la calidad de la infusión y del tiempo que se le dedica... (Imposible no  evocar a los sabios orientales y sus exquisitas ceremonias del te).




Y si de infusiones con tiempo se trata, el mate reina. Casi un vicio aquí en el Rio de la Plata, intuyo que no es tanto una cuestión de sabor lo que marca su preferencia por estas latitudes sino la mística que lo rodea y con ella: el tiempo.    



Si Fran se durmió, uno de mis lujos es hacerme mate en la pava. Si, con pava y no termo. Y el sumum es en mi pavita de ceniza volcánica de Bariloche, que tarda en calentarse el agua un poquito mas.









Servir la yerba, los yuyos y el azúcar en frascos personalizados con sus exclusivas cucharitas de caña y madera que desplazaron el práctico vertedor plástico es otro lujo que me doy.






 Un café, tradicional o de algarroba (como me he acostumbrado) excede el placer gourmet del sabor para celebrar los otros sentidos.  Infusionarlo lento, artesanal, usando un simple colador.






Y la escritura a mano, es un placer que no puede ser desplazado por la practicidad de ninguna computadora. La letra cursiva evidencia la cadencia de lo que se dice diciendo, con ello, un poco mas. Con sus tachones y sobreescritos, denuncia errores y titubeos. Rebela ritmo, expone humores e intensidad.






Y éste post, tan distanciado del último. fue escrito de a retazos de tiempo. Un día algo, otro día otro poco. Con Fran dormido, con Fran despierto mientras come, jugando con él, levantando sus juguetes...





(He aquí el responsable de mi prolongada ausencia en el blog...)











"Quedarse"en un ritual implica "estar".
Es vivir el "AQUÍ Y AHORA".
Tiene algo de meditativo.
 Da la ilusión de curvar la aguja larga del reloj y mecerse sobre ella... doblar el minutero, volverlo palma displicente que nos abanique y hacer del segundero el aleteo, (lento, por cierto) de un colibrí.


Para cerrar les regalo unas palabras sobre el tiempo de Maria Elena Walsh... ¿Les parece muy largo?. Tomenese un ratito, jueguen con Kairós y lean... que Cronos no los apabulle..


DE MIS TIEMPOS

En mis tiempos había tiempo.
Recuerdo bien que por ejemplo
la higuera derramaba esparcimiento
y una rosa nos duraba
mucho más que cualquier empleo.
Por otra parte las siestas
se pedían prestadas a la muerte.
Quizás el tiempo era como las frutas,
se regalaba a los vecinos
después de verlo madurar.
Se compartía en las veredas,
entre abanicos y señores
de sosegada camiseta,
mientras parsimoniosamente
iban escobas y venían
amontonándolo como importante.
Y la eternidad, sentadita
en su silla de paja, porque sí.
Es que era siempre tan temprano
y tan segura la abundancia,
la inundación de treguas oportunas,
que se guardaba el tiempo en los sombreros
y un día se lo derrochaba todo
en un solo saludo, saludando.
Uno viajaba en libro a todas partes
y visitaba diferentes ocios:
el de al lado, el de enfrente, el de las tías.
No se había inventado
el maleficio de la prisa, no.
De ninguna manera. Los
espejos
esperaban de sobra
que uno peinara su pausado pelo,
que uno se terminara de encontrar.
El tiempo era un perfume y no venía
nadie a medirlo ni guardarlo en cajas.
Los trenes todo lo que hacían
era aludirlo en los horarios.
Se podía llorar a gusto
porque eran lentos los rincones,
o quizás porque había aún macetas
donde depositar una lágrima
sin que las flores se opusieran.
O porque la llovizna hablaba
en un idioma sin resentimiento.
Todos usaban tiempo y lo perdíamos,
cómplices de su lujosa concurrencia,
y hasta el hastío
era un modo de ser de los balcones
que enternecía delicadamente.
Creo que todavía queda un poco
de tiempo verdadero, pero lejos.
Pero muy lejos, en algunos patios,
refugiado en aljibes.
Se queda todavía en niños solos
que reinan sobre umbrales
y en la lustrada majestad del gato.
Supongo, ya no sé, nada sabemos.
Tiempo sin ser castigo.
Yo llegué a conocerlo: está enterrado
en lo más vivo de mi corazón.
Después vinieron los Relojes
(Maria Elena Walsh)


¿
   ¿Y ustedes?
¿Qué hacen cuándo salen a jugar con Kairós?