sábado, 15 de junio de 2013

Maravillosos culpables

 
Si, ya se, vengo un tanto desaparecida del mundo virtual por estar un tanto absorbida en el ¿otro?.
Pero no quería dejar pasar una fecha como la de hoy: "El día del libro".
 


Puedo pensar ochenta veces antes de comprarme un par de soquetes (y me creerían si comparan el cajón de las medias con las bibliotecas de mi casa), pero los libros son para mi (y por suerte para nosotros) un bien urgente y necesario. Es una gasto inversión incuestionable.
Siempre leo varios en simultáneo, para distintas necesidades, a saber: uno de literatura, uno histórico, y otro que tenga que ver con la espiritualidad o bucear en uno mismo (vaya excursión). 
 En éste momento: "Los hijos de los días" de Galeano, dos "Historia de América Latina" en paralelo, El poder de los mandalas" de Norma Osnajanski  (lectura y coloroeado en simultáneo) y "Mujeres que corren con lobos" de Pinkola Estés.
 Voy alternando entre ellos según la estación del alma. También mi biblia está siempre presente, aunque no la considero una "lectura".

 


                                                            (fuente)


Ocultos, prohibidos, mutilados, quemados tantas veces por los que le temen a los espíritus libres. Y, si eso hacen los que pisotean ideas y sentires, deben ser maravillosos. . .  y culpables...

Absolutamente declarados culpables de :

*  hacerme pasar de estación.
*  hacerme reír en el tren.
* acortarme las esperas en el médico.
*  el despiole de las bibliotecas atiborradas.
*  hacerme hablar/discutir con ellos (si, en voz alta y/o escribiendo en sus márgenes)
*  postergar la limpieza.
*  postergar el sueño.
*  soñar.
*  despabilarme el alma.
* operar transformaciones en mi ser entre la primera hoja y la última.
*  mutar misteriosamente y ser diferentes cuando se los relee.
*  hacer doblemente feroces las verdades porque, el encerrarlas, las suelta.
*  hacer triplemente feroces las verdades por hermosearlas.
*  hacer de las mentiras: bellezas.
* hacerme cómplice por consentir creerlas.


 

                                                                    (fuente)


Les comparto un fragmento de un libro cuya continuación venía esperando desesperada: "Memorias impuras" de Liliana Bodoc (tooooda su prole literaria recomendadísima) .
Finalmente el hijo de la autora me respondió por mail que se publicaría a principios de 2013. Como quien se guarda una barra de chocolate, esperé pacientemente y, en diciembre pasado releí la primera parte como para ir poniéndome a tono
No tienen una idea de las veces que fui  a librería a preguntar si sabían algo de la demorada segunda parte (sólo por esto, me aguanté de comprarmela en un viaje cuando finalmente se editó y volví a aquella librería: una suerte de compensación-desagravio).

Habiendo recibido la palabra
Y el don de inventarlas, acrecentarlas,
Habiendo adquirido el lenguaje y el huevo que nace el lenguaje,

Tiene que ver el hombre
Su obligación de cantar bellamente.

Recibió la palabra para eso. Y recibió las manos.

Habiendo recibido las manos
Con sus cinco dedos completos, enhiestos,
Habiendo adquirido la capacidad de moverlas a su antojo,
tiene que ver el hombre
Su obligación de transformar.

Recibió las manos para esos, y recibió la frente.

Habiendo recibido la frente
Y la noción de que no es una cáscara, una corteza del rostro,

Habiendo adquirido una ventana encima de los ojos,
Tiene que ver el hombre
su obligación de escudriñar.

El hombre recibió la frente y su fruncimiento
Para escudriñar los cielos y la tierra.





Insisto en la idea de los libros como "llaves" poderosas que escribí hace un tiempo. Sublimes ventanas que hacen el doble juego de mirar afuera-adentro.

¿Cuántos libros hay en un libro?:
¿El que escribió el autor?
¿El que rearmamos con nuestros tiempos: interrupciones y continuidades?
¿El que interpretamos?
¿El que recordamos?


Y ustedes, ¿con que llaves andan viajando?.